Aditivos: una palabra que suma y no resta

*Este artículo ha sido cedido por la «Acadèmia de Ciències Veterinaries de Catalunya»
Pueden ver el artículo original en el siguiente link:http://www.acvc.cat/publicacions.html
Se tiene que recordar que el sector productivo es el primer elemento de la cadena alimentaria que considera los aditivos como sustancias que pueden ser un coste, siempre que no se demuestre su eficacia tanto zootécnica como económica. Los aditivos son sustancias que, una vez son incorporadas por parte de la fabricación industrial de piensos, no representan un coste, sino un beneficio. Si bien no es una obligación su incorporación, algunos tienen o han tenido unas características que los han hecho imprescindibles, como por ejemplo, los aditivos con capacidad de controlar la coccidiosis (coccidiostáticos) en los piensos para engordar pollos, y también otros han estado imprescindibles como vitaminas, antioxidantes, etc.
Percepción del consumidor: actualmente un factor importante y notable.
La percepción del riesgo por parte del consumidor sobre la alimentación es un aspecto con un gran significado sobre el consumo y el uso de aditivos en pienso. Eso quiere decir que la percepción del consumidor no se puede dejar sumar?
Los incidentes sobre seguridad alimentaria, de gran interés mediático, han influenciado la percepción del consumidor. Esta modificación de la percepción han producido una fuerte incidencia sobre el consumidor, generando cambios en las regulaciones gubernamentales, afectando de forma muy importante al movimiento y al comercio de productos, tanto de origen propio como importación. Por lo tanto, según Buzby, miembro de USDA, la percepción del consumidor sobre la seguridad alimentaria pesa y pesará mucho en el desarrollo de la distribución de alimentos en un mercado globalizado. En este sentido, se pueden poner, por ejemplo, las diferencias de percepción generadas entere culturas realmente próximas como son la norte-americana y la europea, en aspectos como el uso de hormonas, como la 17 β-oestradiol y β-agonistas en la alimentación de terneros en América y la prohibición en Europa. Otros ejemplos pueden ser la diferencia de confianza que existe en relación a los productos de origen biotecnológico, como son los genéticamente modificados. Tenemos que recordar que aunque la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) haya valorado como seguros los productos genéticamente modificados, gobiernos de países europeos insisten en no aceptar su aplicación. Una muestra de esta implicación ha sido al reciente polémica producida en Francia entre el gobierno y la opinión científica generada por la Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria.
Por lo tanto, una pregunta no contestada según J. Swinnen y T. Vandermoortele (2009) es si la valoración científica es sensible a la naturaleza de las condiciones propias de los alimentos o bien si otras condiciones, como aspectos sociales y éticos pueden ser más influyentes. De los datos aportados en esta publicación, los autores concluyen que las relaciones entre la naturaleza del estándar de los alimentos y las decisiones tomadas por el público y el comercio sobre las definiciones sobre los estándares de seguridad son complejas. Así pues, en los días en los que estamos, las valoraciones de seguridad no se pueden considerar sólo un concepto científico, en tanto que empírico, y en consecuencia requieren más búsqueda sobre el terreno.
Así pues, la valoración de la percepción del riesgo sobre el consumo de alimentos en nuestra sociedad no sigue la pirámide de Maslow, como indica Heslop 2005. Las actitudes de la gente durante los último años han alterado la pirámide; es interesante en este sentido leer la conferencia inaugural del XXIII Congreso Mundial de Avicultura de Brisbane 2008, preparada por el Dr. J Hodges, el cual habla de la historia y las consecuencias que aportan los cambios de los comportamientos éticos de la sociedad. En algunos grupos de población en países desarrollados han incluido en los últimos escalones (vértice de la columna) el consumo sofisticado de alimentos dentro de aspectos relacionados con la autoestima personal, una verdadera contradicción frente a la estructura de pirámide de Maslow. David Broods (2001) en su libro Bobos in Paradise define lo que representa la “Food is a new fashion” para la gente bohemia y burguesa y de aquí el nombre Bobos. En definitiva, la percepción de la gente formada, y también más distante de la producción primaria, entiende o valora, en una gran parte, como lo hacen los Bobos. Por lo tanto, son capaces de frivolizar sobre la seguridad de los alimentos y ser críticos sobre los avances que se realicen en el sector agroalimentaria mediante nuevas tecnológicas que, en sí mismas, permiten ser más eficientes y sostenibles. Por ejemplo, les es muy difícil comprender que significa la producción de cereales transformados genéticamente o bien la mejora de la producción animal mediante la utilización de aditivos.
Aditivos: historia y concepto básico actual.
Los aditivos en los piensos han sido utilizados en la producción desde que la producción animal se ha hecho bajo sistemas intensivos. Por lo tanto el fenómeno aditivo comenzó hace más de 70 años. Esta empezó en USA, en el entorno de la Segunda Guerra Mundial. En aquellas circunstancias era muy importante producir alimentos de primera necesidad con un nivel de eficiencia económica importante. La primera sustancia precursora y que se consideró como aditivo nuevo fue la urea, para la aplicación en las dietas de vacunos de leche, alrededor de 1930. En 1943 Walksman descubrió la estreptomicina y la utilizó en la alimentación de pollos con unos magníficos resultados; posteriormente recibió el premio Nobel en 1952. Como se puede ver la relevancia de estas investigaciones eran máximas. En este sentido y haciendo memoria querría recordar el discurso leído por el Académico Electo de la Real Academia de Medicina el Dr. Francesc Puchal, presidente de honor de la Academia de Ciencias Veterinarias de Catalunya. En su discurso titulado “Nutrición animal: aditivos alimentarios, productividad animal y salud pública” (1977) se describe con mucho detalle aspectos históricos y también aspectos como la importancia de los aditivos alimentarios en la salud pública. También es interesante ver como en el discurso se habla de temas que hoy son de tanta actualidad como son los de percepción de riesgo, aunque en aquellos momentos la interpretación de los científicos era menos discutida. Actualmente sería difícil ver un Premio Nobel en temas de maximización de la eficacia en el sector de producción animal, y por lo tanto, de producción de carne.
Los aditivos han tenido una historia de éxitos muy destacada. Entre los años 50 y 70, se han incorporado a la alimentación animal intensiva, sustancias que han permitido que la genética y la producción animal mejorasen de forma casi logarítmica. Se debe recordar que los pollos de carne en los años 50 para conseguir 1,7 kg de peso vivo necesitaban más de 80 días, mientras que actualmente con 42 días asumen fácilmente 2,9 kg. Con los estudios realizados por parte de Havenstein et al 2003 a 2007 i Cheema al 2003, de la Universidad de North Carolina (ver tablas 1,2 y 3) se puede comprobar como la mejora dada por la genética es de más del 500% y sólo del 127% para la nutrición, tanto de pollos como de pavos. Ahora bien, se debe recordar que esta corresponde a más del 60% del coste de producción. Por lo tanto, es un elemento muy relevante. Del trabajo de Cheema en 2003 se puede destacar como los pollos actuales tienen unos órganos linfoides (equipo de defensa) con un peso relativo inferior al total del peso corporal inferior al de los años 50. Por lo tanto, es un aspecto que se debe tener en cuenta cuando hablamos de cómo se tiene que valorar la capacidad de defensa del pollo actual y, sobretodo, cuando se habla de valorar la eficacia de productos alternativos a los prohibidos promotores de crecimiento.
En Europa el uso de aditivos ha estado, como es natural, un instrumento que la industria de la fabricación de piensos ha utilizado de forma importante, y lo ha hecho bajo la regulación comunitaria des de 1970 (Council Directive 70/524/EEC de 23 Noviembre). Esta regulación se ha modificado en diversos aspectos y siempre ha estado orientada hacia una mejora de la seguridad del consumidor final. Al entrar en vigor la nueva Directiva de la Unión Europea del 2002 en la que se establecen nuevos principios para superar los problemas de la seguridad alimentaria generados en el entorno de las crisis de finales de los años 90, vacas locas, dioxinas, etc (Regulation (EC) Nº 178/2002 of the European Parliament and the Council of 28 January 2002), se modificó la Directiva de aditivos para pienso con una nueva, la cual representó unos cambios importantes (Regulation (EC) No 1831/2003 of the European Parliament and the Council of 22 September 2003). Por lo tanto, desde 2003 tenemos unos nuevos principios sobre uso y control de aditivos.
La nueva regulación sobre aditivos 1831/2003 es resultado de 35 consideraciones. Se produce la implantación de las principales acciones indicadas en la regulación 178/2002 y otras más específicas. Las acciones son el resultado y consecuencias de las valoraciones que se han efectuado del riesgo que comporta la inclusión de sustancias aditivas en el pienso y el agua de consumo de los animales, tanto si son de consumo como de compañía. Además, la nueva regulación tiene que aportar protección para el consumidor, la salud animal, el bienestar animal, al protección del medio ambiente y la protección para los operarios de la cadena alimentaria.
Como se puede comprobar en esta nueva regulación se introduce el concepto de bienestar animal como un nuevo elemento.
Para concluir querría decir que la alimentación animal ha sido una parte de la cadena alimentaria muy importante para aportar salud y sostenibilidad económica y medio ambiental. En cuanto a percepción por parte del consumidor, ha tenido grandes problemas para hacerse visible de forma positiva. Ahora, gracias a la nueva política de seguridad alimentaria europea, basada en más transparencia y más rigor científico, se pueden considerar los efectos positivos de los aditivos.
Por tanto, podemos afirmar de formas más inequívoca que los aditivos suman y no restan.