Editorial 71: Esperar transparencia de lo público puede ser una vana esperanza
En la Antigüedad las decisiones públicas se justificaban en el nombre del bien o en contra del mal. Pero la historia demuestra que, desde tiempos antiguos, la propaganda pública intenta influir sobre la opinión privada.

La utilización de término público puede ser, en sí misma, una perversión del lenguaje. Desde los sumerios hasta la actualidad, bajo el concepto público se pueden englobar un numeroso grupo de intereses privados.
En la Antigüedad las decisiones públicas se justificaban en el nombre del bien o en contra del mal. Pero la historia demuestra que, desde tiempos antiguos, la propaganda pública intenta influir sobre la opinión privada.
Así, Amenhotep se cambió el nombre por Aketanaton y decidió que Amón ya no representaba el bien, como hasta el momento, y que a partir de entonces era Atón quien representaba el bien.
¿Estaba equivocado quien consideraba a Amón como el bien? o ¿Estaba equivocado quien consideraba a Atón como el bien?
El tiempo, que clarifica la situación, nos enseña que ninguno estaba equivocado.
Ambos, Amón y Atón, podían ser considerados como el bien. Entonces ¿Dónde estaba el bien y cómo podemos saberlo? Sólo lo entenderemos si entendemos que, en el término bien público, en sí, se englobaban dos numerosos grupos de intereses privados: por un lado, los intereses privados de un grupo de seguidores de Amón, que acopiaron grandes riquezas usando su nombre y, por otro lado, los intereses privados de un grupo de seguidores de Atón, incluido Amenhotep, que hasta se cambió el nombre para acceder a las riquezas que antes acopiaban el grupo de seguidores de Amón.
La siguiente pregunta ¿de dónde procedían las riquezas que anhelaban los privados seguidores del bien público de Amón y los privados seguidores del bien público de Atón? Pues ambas riquezas tenían el mismo origen: del público, es decir, de los ciudadanos privados.
Parece que el tiempo nos enseña que, quienes quieren acceder a ser abanderados del bien público, en realidad son grupos privados, que quieren controlar mediante la propaganda «pública» (en realidad es privada disfrazada de pública), a la opinión «pública». Esta opinión “pública”, en realidad, es la opinión de los ciudadanos privados que se convierten en súbditos públicos de intereses privados.
Así lo realmente privado toma apariencia de público, mientras que el público real aparece como privado.
Expuesto lo anterior, en nuestra opinión, ahora se puede entender que cuando la propaganda «pública» habla de bien público en realidad está hablando del bien privado de unos cuantos.
En Veterinaria Digital siempre defendemos a los productores, científicos y técnicos relacionados con la producción agroalimentaria y esperamos, especialmente en estos tiempos difíciles, que cuando se hable, se legisle o se apoye económicamente dicho sector se haga realmente para el público, sin esconder bajo el nombre «bien público» los intereses de unos cuantos «privados».
Imagen: La estela de Akenatón y su familia