Editorial 70: La pandemia del siglo V antes de nuestra era
Hace 2.451 años, el año 430 a.n.e., en dos países del Mediterráneo Oriental, tuvo lugar un brote epidémico que sembró muerte, ruina económica y desesperación

Hace 2.451 años, el año 430 a.n.e., en dos países del Mediterráneo Oriental, tuvo lugar un brote epidémico que sembró muerte, ruina económica y desesperación. Se inició en el Imperio Aqueménida, correspondiente a un territorio comprendido entre las actuales India, Etiopía, Libia y Turquía, extendiéndose hasta la Ciudad de Atenas. Del estudio de estos hechos podemos obtener lecciones que nos orienten en la actualidad y en el futuro.
Artajerjes gobernaba el Imperio Aqueménida desde hacía 30 años. Su país había disputado contra Grecia tres Guerras Médicas que habían debilitado a su población. Entre 435 a 430 a.n.e., en Cus (Etiopía), se originaron varias epidemias que se extendieron a áreas del imperio Aqueménida como Egipto, Libia, Asiria. En 430 a.n.e. llegó a la Isla de Lemnos, en el Egeo, y de ésta al puerto del Pireo, cerca de Atenas, siguiendo rutas de transporte de mercancías y pasajeros.
En la otra parte, Grecia, gobernada por Pericles, había empezado el año anterior la guerra del Peloponeso contra los espartanos gobernados por Arquidamo II.
La llegada de la epidemia a Atenas coincide con unas condiciones especiales para sus habitantes, derivadas de los acontecimientos bélicos, propiciando la denominada plaga de Atenas.
En efecto, tal como describen Tucídides, en su Historia de la Guerra del Peloponeso, y más tarde Aristófanes, en su Hippeis, los atenienses vivían en condiciones insalubres debidos al hacinamiento causado por la inmigración. Ante el ataque espartano y por decisión de Pericles, los habitantes de la región de Ática abandonaron sus cultivos y se acumularon en el interior de las murallas de Atenas y en el espacio interior de los Muros Largos que la unían con los puertos de Pireo y Faleron.
La epidemia apareció en verano de 430 a.n.e., duró 4 años y causó la muerte de la tercera parte de la población, entre ellos al gobernante Pericles en 429 a.n.e., afectando por igual a todas las edades y clases sociales. Según Tucídides, la epidemia fue un problema sanitario para los 300 ciudadanos más ricos de Atenas, mientras que, para las clases humildes y los inmigrantes, supuso un problema sanitario y la ruina económica.
La descripción detallada que realizó Tucídides de los síntomas ha permitido a los patólogos actuales proponer que se trató de una infección por Salmonella entérica serotipo typhi, causante de fiebre tifoidea. Sin embargo, otros patólogos, han propuesto infecciones alternativas por arbovirus o peste bubónica. Ante la imposibilidad de las imprescindibles autopsias, los patólogos se inclinan por fiebre tifoidea, de origen zoonótico. Tucídides señala que otro síntoma, que actualmente lo calificaríamos psicológico, fue la desesperación de verse enfermo o por temor a enfermar.
Después de una época de relativa tranquilidad, la epidemia reapareció con una segunda ola en verano de 429 a.n.e. y, una tercera ola, en el invierno entre 427 y 426 a.n.e. Durante todos estos años los refugiados fueron los más afectados.
Es de interés considerar el papel de Hipócrates y otras personas que cuidaban a enfermos en el control y apaciguamiento de la epidemia. Así, la anotación de los síntomas, recomendaciones como evitar el contacto directo, dormir, hacer ejercicio, mantener una actitud positiva y una dieta variada, fueron de gran ayuda.
Tucídides y muchos otros sobrevivieron a la enfermedad (cita: » El mismo hombre nunca era atacado dos veces, nunca por lo menos fatalmente») introduciendo así la información inmunológica. Aunque en el año 430 a.n.e. no disponían de vacunas frente a la fiebre tifoidea es interesante analizar qué pasó con ellas en el siglo pasado y en el actual.
Ralph W.G.Wyckoff dedicó 4 años de investigación (1939-1943) en la industria para desarrollar, por primera vez, una vacuna frente a fiebre tifoidea con bacterias vivas atenuadas, que actualmente todavía no se puede comercializar debido a sus efectos secundarios. Investigaciones posteriores han permitido disponer de dos vacunas que consiguen una protección del 70 al 80%.
En Veterinaria Digital consideramos que de las acciones de Tucídides, Hipócrates y R. Wyckoff, además de los criterios de W.Far, R.Koch y C.Flugge (editoriales números 67-68-69) y de las prácticas llevadas a cabo por veterinarios clínicos en la industria avícola y porcina (ejemplo de manejo de poblaciones masivas en la búsqueda del objetivo «Higia pecoris, salus populi«) podrían servir de referencia para evitar situaciones similares.
Por último, queremos destacar que Tucídides nunca no usa las palabras epidemia ni plaga, y dice que los acontecimientos de 430 a.n.e. eran «pónos» trabajo o fatiga; «nósos» sufrimiento o «loimós» padecimiento, y por ello la enfermedad tenía, no sólo un origen físico, sino también un origen moral. Así, los desequilibrios sociales y territoriales, la ignorancia, la incompetencia y la corrupción ocasionaron hacinamiento, pobreza y hambre entre la población, permitiendo que las bacterias y virus, procedentes de humanos o animales, desencadenasen fatigas, sufrimientos, padecimientos y epidemias en sociedades debilitadas física y moralmente.
*foto: La peste de Atenas, el fin del gobernar de Pericles – Oscar Hugo Montagno Ortega