Esto le da nuevamente sentido al lema «Higia pecoris, salus populi»  ya que en regiones alejadas todavía se consumen facóceros, gacelas, murciélagos frugívoros, pangolines, monos, serpientes, caimanes, iguanas, insectos y un largo catálogo de animales silvestres.

La primera pregunta es ¿quién garantiza la higiene de estos alimentos que pueden infectar a la población autóctona, a visitantes y finalmente a ciudadanos de otros países? Parece que la respuesta es: «Casi nadie» y que en todo caso el comercio ilegal de estos «alimentos» no es frenado suficientemente. Por tanto nuevas pandemias pueden aparecer en un futuro más o menos cercano.

La segunda pregunta es ¿Puede implementarse un control preventivo de estas infecciones, esencialmente víricas, antes de que lleguen al mercado de alimentos? Parece que la respuesta es: «Sí, con equipos profesionales, con medios e inversiones y coordinación internacional bajo el lema «Higia pecoris , salus populi«.

Bastaría con convertir a los veterinarios en veedores científicos dotados de tecnologías que permitan clasificar las especies silvestres, posibles portadores,  aislar potenciales agentes patógenos y evaluar su impacto en la salud pública. Para ello, entre otros, podrían usarse tecnologías basadas en cultivos víricos sobre líneas celulares humanas y el uso de ratones humanizados BTL (con células sanguíneas,  timo y hepáticas humanas).

Desde VeterinariaDigital instamos a veterinarios a título individual, a organizaciones veterinarias y a las organizaciones sanitarias internacionales a crear estos grupos de trabajo de prospección de campo que, desde las propias selvas, cataloguen potenciales peligros. Esto permitiría a la comunidad científica adelantarse, meses o años, a los acontecimientos en vez de que los dirigentes tengan que adoptar medidas en ausencia de estudios previos como se ha demostrado en la reciente pandemia por coronavirus.