Del LUCA vegetal a hoy y al futuro. Divulgación 118

En la anterior entrega de este blog, exponíamos la idea de Charles Darwin sobre la existencia de un antecesor común a todas las formas actuales de vida.
Desarrollando la idea, exponíamos nuestra opinión sobre que este antecesor común tiene que tener características «vegetales» y que puede provenir de una molécula primigenia de ADN, con capacidad de formar una membrana a su alrededor a partir de material local, vacuolizar dicha membrana y formar un ribosoma funcional. También exponíamos el estado de nuestra experimentación en estas fases.
Esto nos lleva de la actualidad hasta el origen de la vida en la Tierra, ya que una confirmación de esta hipótesis consiste en que sea coherente recorrer el camino inverso, es decir, desde el origen de la vida hasta las formas actuales. Para seguir el razonamiento de cómo ha podido evolucionar la vida en la Tierra, tomaremos como referencia a Ernest Haeckel (Potsdam, 1834 – Jena, 1919) y Richard Dawkins (Nairobi, 1941).
Ernest Haeckel en 1866 en su obra » Morfología general de los organismos» dibujó el primer árbol de la vida, situando las actuales especies en el extremo de las ramas y las antecesoras más cerca del tronco. Esto implica que, desde la perspectiva genética actual, las formas vivas modernas son más especializadas – más alejadas del origen generalista – y, por tanto, más vulnerables a los cambios medioambientales.
Esta característica de especialización es señalada por Richard Dawkins: «La evolución por selección natural es una idea muy simple. Durante miles de generaciones, en una lucha por la existencia, las variaciones ventajosas han conseguido sobrevivir. Es el proceso que moldea la vida para transformarla en formas más especializadas.»
Durante unos años estuvimos investigando sobre la genética del canario silvestre y la formación de las 324 variedades de canario de color derivadas del ave silvestre. Utilizando la terminología «antecesor», podríamos decir que el canario silvestre es el antecesor común de todos los canarios de color. El color verde-negro del plumaje y su dimorfismo sexual provienen de 8 genes:
- 2 autosómicos que regulan la absorción intestinal de carotenos amarillos y rojos
- 2 autosómicos que regulan la síntesis de melanina azules y marrones
- 2 sexuales que regulan el depósito de las melanina azules y marrones en la pluma
- 2 sexuales que regulan el depósito de los carotenos amarillos y rojos en las diferentes zonas de las plumas

Si deja de producirse o fijarse melanina marrón se produce la variedad ágata, si deja de producirse melanina azul se produce la variedad isabela, si no se produce ninguna melanina se obtienen canarios amarillos, naranjas o rojos y si, además, no se absorbe o fijan los carotenos se obtienen los canarios blancos. Así sucesivamente hasta 324 variedades.
A efectos de este blog la conclusión es que, como dice Dawkins, se «moldea la vida para transformarla en formas más especializadas». Esto implica la reducción de funciones por presión de la selección, es decir, la selección natural es una fuerza destructora ya que las formas supervivientes son más especializadas y, a la vez, más vulnerables. Por este motivo las especies tienden a extinguirse por presión de varios episodios de selección.
Si consideramos la selección natural como una fuerza destructora, nos vemos abocados a considerar la existencia de una fuerza creadora. Sería del equilibrio de ambas fuerzas donde se originarían las nuevas formas. En palabras de Heráclito de Éfeso: «Tal vez la naturaleza […] dispuso por medio de contrarios […] la armonía primordial». La cuestión que se plantea es, ¿cuál es la fuerza positiva que se opone a la fuerza negativa de la selección natural?
En nuestra opinión, esta fuerza son los genes que pueden ser activados por un estímulo externo físico, mineral, vegetal o por autorregulación – la duplicación genética permite la fijación de una función celular o bioquímica particular en un locus, de modo que el locus duplicado queda libre para desempeñar una nueva función.
Esta fuerza positiva añadiría alguna característica que le daría la capacidad de sobrevivir, independientemente de la desaparición de formas no adaptadas. Para añadir una nueva característica solo puede hacerse si existe una instrucción genética previa. Por ejemplo, el paso de pez a anfibio requiere de la formación de la compleja estructura ósea de las extremidades, y no nos es posible relacionar la desaparición de especies no adaptadas de peces con la expresión de genes que dirigirán la formación de los huesos de las extremidades.
Así pues, la genética propone quizás siguiendo un programa de activación o en respuesta a nuevos estímulos, pero no por desaparición de especies – hecho que no parece importarle a la naturaleza.
¿Y en el futuro? La genética seguirá proponiendo y la selección natural eliminando aquello no adaptado a las condiciones.