Coccidiosis en rumiantes
La coccidiosis en rumiantes es una enfermedad digestiva causada por parásitos unicelulares llamados coccidios. Estos microorganismos causan pérdidas económicas significativas en las explotaciones de rumiantes, especialmente en aquellas con mayor densidad de población.

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Importancia de la coccidiosis en rumiantes
La coccidiosis en rumiantes, es una enfermedad digestiva causada por parásitos unicelulares llamados coccidios. Estos microorganismos causan pérdidas económicas significativas en las explotaciones de rumiantes, especialmente en aquellas con mayor densidad de población.
El impacto económico se debe a su alta diseminación en un lote de animales, ya que cada ooquiste o huevo de estos parásitos tiene el potencial de producir unos 23 millones de ooquistes en solo 21 días (Keeton & Navarre, 2018), es decir, tienen una alta capacidad de aumentar la contaminación del ambiente y causar infestaciones graves.
De hecho, incluso las infestaciones más leves o subclínicas, que no causan signos en los animales, tienen consecuencias a nivel productivo debido al daño sobre la mucosa digestiva, que afecta la capacidad de aprovechamiento de la dieta y, por tanto, causa retraso en el crecimiento, empeoramiento del índice de conversión y aumenta los gastos en medicamentos, entre otros.
Por tanto, se debe ir con especial cuidado con esta patología, especialmente en granjas y áreas donde se congregan muchos animales, tales como sistemas intensivos o feed lots, zonas de pastos con altas densidades y áreas de bebederos y comederos.
Etiología
La coccidiosis en rumiantes está causada por coccidios del género Eimeria, dentro de la familia Eimeriidae, orden Eucoccidiorida, clase Sporozoasida y filo Apicomplexa. Las especies de Eimeria se identifican, entre otras cosas, porque sus ooquistes esporulados contienen cuatro esporoquistes con dos esporozoítos cada uno, un total de ocho unidades infectivas.

Se trata de parásitos especie-específicos, lo que significa que cada especie de Eimeria es capaz de infestar a una especie concreta de animal, es decir, las especies que afectan, por ejemplo, a las vacas, no afectan a ovejas o a cabras. Además, algunas especies tienen predilección por una zona concreta del tracto digestivo, por lo que la localización de las lesiones en las necropsias puede ayudar a establecer un diagnóstico. A pesar de ello, muchas veces los animales sufren infestaciones con distintas especies de Eimeria a la vez, tanto patógenas como no patógenas, lo que puede dificultar el diagnóstico.
Especies patogénicas de Eimeria y localización de las lesiones en ganado vacuno, ovejas y cabras

Ciclo biológico y patogenia
Se debe conocer el ciclo biológico de las especies de Eimeria para su correcto tratamiento y prevención. Este ciclo dura de entre dos a cuatro semanas, según la especie de Eimeria y las condiciones ambientales, y empieza cuando un animal ingiere ooquistes esporulado presentes en el ambiente, ya sea en el suelo, heces u otros. Al llegar al intestino, estos ooquistes liberan los esporozoítos de su interior, que invaden las células de la mucosa digestiva.
En el interior de las células, los esporozoítos pasan a esquizontes y se multiplican asexualmente para generar merozoitos, que invaden otras células de la mucosa y se multiplican en su interior hasta formar macrogametos y microgametos. Durante la siguiente fase (gametogonia), los macrogametos son fertilizados por los microgametos y se produce un ooquiste no esporulado, que será excretado en las heces.
Los ooquistes no esporulados no son infectivos, y necesitan embrionar en el ambiente para infestar al siguiente animal que lo ingiera. Este proceso, llamado esporogonia, depende de distintos factores, tales como la temperatura, el nivel de oxígeno y la humedad ambiental. Estos ooquistes son capaces de resistir en el ambiente durante semanas o meses, según las condiciones ambientales.
La patogenia de la enfermedad se basa en la destrucción de las células del epitelio intestinal debida a la multiplicación de los parásitos en su interior, con la consecuente pérdida de integridad de la mucosa, disminución de la absorción de nutrientes y empeoramiento de los parámetros productivos.
Esta pérdida de integridad aumenta marcadamente la susceptibilidad de los animales a sufrir infecciones secundarias, que son causadas por patógenos que aprovechan la debilidad del epitelio digestivo para causar enfermedad.
Normalmente, los animales adultos se infestar regularmente con más de una combinación de especies de coccidios patógenos y no patógenos, pero no sufren la enfermedad clínica, ya que han desarrollado inmunidad en infestaciones anteriores. En cambio, los animales menores de un año todavía no han adquirido inmunidad, y pueden infestarse a partir de los ooquistes que excretan los adultos. De esta manera, la enfermedad se mantiene en una granja.

Signos y lesiones de la coccidiosis en rumiantes
Los signos clínicos dependen de la edad del animal, ya que suelen aparecer en animales jóvenes, especialmente en periodos de estrés debido al destete, transporte, otras enfermedades o una nutrición inadecuada. También dependerán de las especies de Eimeria involucradas, el nivel de contaminación del ambiente (presión infectiva) y la inmunidad del hospedador.
De hecho, la severidad puede variar desde infestaciones subclínicas, pasando por infecciones clínicas autolimitantes, donde los animales se recuperan sin tratamiento, hasta casos más severos, que pueden llegar a causar la muerte de los animales. Los animales que sobreviven pueden quedar como portadores crónicos y contribuir al aumento de ooquistes en el ambiente.
Los rumiantes más susceptibles son los terneros de 6 a 12 meses de edad y los corderos y cabritos de 1 a 6 meses de edad, aunque la mayoría de signos clínicos aparecen entre las 4 y las 8 semanas (Keeton & Navarre, 2018). Esto se debe a que normalmente sufren las primeras infestaciones en estas edades y todavía no han desarrollado inmunidad.
Los signos clínicos más frecuentes de la coccidiosis en rumiantes son diarrea sanguinolenta o mucoide, depresión y debilidad, dolor abdominal, deshidratación, palidez de las membranas mucosas, pérdida de peso y, en casos más graves, puede darse restreñimiento y prolapso rectal. En el caso de infestaciones subclínicas, frecuentes en animales adultos, únicamente se observará una disminución del apetito y menor eficiencia productiva.
En las necropsias suelen observarse hemorragias y placas o nódulos blanquecinos o grisáceos en la mucosa, sobre todo en ciego, colon y porción distal del íleo, además de edema en el colon espiral. Estas hemorragias van desde petequiales a difusas, según la severidad de la coccidiosis. Algunas áreas de la submucosa también pueden estar afectadas y se encuentran cubiertas por una membrana.
Los rumiantes también pueden sufrir coccidiosis nerviosa, que ocurre en terneros con infecciones severas por E. zuernii. En estos casos, los signos clínicos incluyen temblores musculares, convulsiones, nistagmo y otros signos nerviosos, como postración y signos neurológicos intermitentes. La mortalidad puede llegar al 80% (Keeton & Navarre, 2018). No se ha descrito la patogenia de este tipo de coccidiosis, aunque se barajan teorías relacionadas con la deficiencia de vitamina A o un desequilibrio electrolítico (Jolley & Bardsley, 2006; Reppert & Kemp, 1972). En las necropsias, solo se observan lesiones digestivas y, en algunos casos, edema en el cerebro.
Diagnóstico (y diagnóstico diferencial)
El diagnóstico de la coccidiosis en rumiantes se basa en la observación de signos clínicos, el aspecto de las heces, que contienen sangre y moco, y el recuento de ooquistes en las mismas. En el caso de realizar necropsias, la identificación de las lesiones es de gran ayuda para llegar a un diagnóstico.
- Signos clínicos: pérdida de productividad o retraso de crecimiento, diarrea y, en algunos casos, signos nerviosos.
- Heces: baja consistencia y presencia de sangre y/o moco.
- Recuento de ooquistes: puede realizarse en heces con el método de flotación en sal. Para confirmar el diagnóstico, deben identificarse las especies de Eimeria involucradas, ya que muchas no son patógenas. El recuento puede dar negativo si las muestras se toman en el periodo de prepatencia, es decir, previas al inicio de la excreción de ooquistes, por ello se recomienda tomar muestras de heces a más de un animal, a ser posible, que lleve dos o tres días mostrando signos.
- Lesiones: hemorragias de mayor o menor gravedad y placas o nódulos blanquecinos en ciego, colon y porción distal del íleo. Estos nódulos son muy característicos de coccidiosis.
- Raspado de la mucosa: se pueden observar distintos estadios del parásito, como macroesquizontes, gametocitos u ooquistes.
En el caso de coccidiosis nerviosa, el diagnóstico debe basarse en la observación de signos clínicos, presencia de lesiones y/o signos digestivos con ausencia de lesiones a nivel del sistema nervioso central y, en el recuento de ooquistes, debe identificarse E. zuernii.
Prevención y tratamiento
La prevención es clave para controlar la coccidiosis en rumiantes, ya que incluso los casos subclínicos causan pérdidas productivas importantes, y son fuente de infestación para animales susceptibles. Las estrategias preventivas incluyen minimizar la exposición a los ooquistes, minimizar el estrés y administrar productos preventivos durante los periodos de mayor riesgo.
Minimizar la exposición a ooquistes infectivos
Esto es importante, sobre todo, en animales jóvenes, ya que son más susceptibles. Para ello, se debe realizar una correcta limpieza de bebederos y comederos, además de aplicar medidas como la exposición al sol y la desecación para reducir la cantidad de ooquistes en alimento y en el ambiente.
Minimizar el estrés
Se deben evitar los factores estresantes, como elevadas densidades o la presencia de otras enfermedades, ya que dan lugar a una inmunosupresión de los animales, que serán más susceptibles a infestarse.
Administrar productos preventivos durante periodos de mayor riesgo
Es recomendable la administración de productos que permitan prevenir la coccidiosis durante los periodos de mayor riesgo, es decir, en animales jóvenes, especialmente tras el destete o en rumiantes que se críen en feed lots. Existen distintas herramientas para tal fin:
- Coccidiostatos: existen numerosos fármacos que inhiben el crecimiento y la reproducción de los coccidios, pero pocos de ellos están aprobados para su uso en rumiantes. Esto es debido a que actúan como antibióticos y son capaces de alterar las bacterias del rumen. Además, se han descrito resistencias por parte de los parásitos, por lo que legislaciones alrededor del mundo limitan su uso.
- Pronutrientes: moléculas activas de origen botánico capaces de estimular la fisiología celular. En el caso de los pronutrientes optimizadores intestinales, se ha observado su efecto activador del sistema inmune local del intestino, encargado de defender al animal frente infestaciones parasitarias, como la coccidiosis.
La administración de estos pronutrientes en agua de bebida o en el lactoreemplazante en rumiantes jóvenes es altamente recomendable, ya que optimiza la actividad de las defensas propias del animal, que será capaz, por sí mismo, de interrumpir el ciclo biológico de los coccidios y evitar su reproducción.
- Vacunas: todavía no se han desarrollado vacunas para rumiantes, lo que limita la prevención a los métodos anteriores.
Tratamiento
El tratamiento es, básicamente, de soporte, ya que pocos fármacos han demostrado ser claramente eficaces para tratar la coccidiosis en rumiantes. Por tanto, en animales enfermos se deberá evitar la deshidratación, las infecciones secundarias, la desnutrición y la exposición a temperaturas extremas.
Conclusiones
La coccidiosis es una enfermedad parasitaria que causa graves pérdidas económicas en las explotaciones ganaderas, y los rumiantes no son una excepción. Por ello, es importante saber identificarla y aplicar unas medidas de prevención y control efectivas, ya que no existen tratamientos efectivos.
Estas medidas deben basarse en la eliminación de ooquistes infectivos en el ambiente y disminuir los factores estresantes que dan lugar a un peor funcionamiento del sistema inmune de los rumiantes y, en consecuencia, se vuelven más susceptibles a la coccidiosis.
En este sentido, cabe recalcar que existen moléculas naturales, llamadas pronutrientes optimizadores intestinales, capaces de estimular la actividad fisiológica del sistema inmune en intestino, para que el propio animal sea capaz de eliminar los coccidios y prevenir la infestación.
Bibliografía:
Jolley, W. R., & Bardsley, K. D. (2006). Ruminant Coccidiosis. Veterinary Clinics of North America – Food Animal Practice, 22(3), 613–621. https://doi.org/10.1016/j.cvfa.2006.07.004
Keeton, S. T. N., & Navarre, C. B. (2018). Coccidiosis in Large and Small Ruminants. Veterinary Clinics of North America – Food Animal Practice, 34(1), 201–208. https://doi.org/10.1016/j.cvfa.2017.10.009
Reppert, J., & Kemp, R. (1972). Nervous Coccidiosis. Iowa State University Veterinarian, 34(1), 3.