Editorial 48: la hipótesis de los pronutrientes en la teoría de la evolución
En 1513, hace 500 años, Leonardo da Vinci escribió:» Antes de dar un paso más, realizaré experimentos, porque mi propósito es exponer primero la experiencia y luego, mediante razonamiento mostrar porqué esa experiencia está destinada a operar precisamente de esta manera. Es esta la verdadera regla que deben seguir quienes reflexionan sobre los fenómenos de la naturaleza»
Leonardo admiraba la ingeniosidad de las formas, los modelos y los procesos de la naturaleza a los que consideraba mucho más avanzados que los procesos de la invención humana. Sus estudios sobre la anatomía del ojo, del nervio óptico y del cerebro humano, reflejados en sus dibujos, son prueba de dicha admiración.
En 1859, hace 155 años, Charles Darwin escribió en su libro «El origen de las especies»: «Debo inferir que probablemente todos los seres orgánicos que han vivido en esta tierra han descendido de una forma primordial».
Darwin planteaba la existencia de un antepasado universal único aunque no especificaba si se trababa de un organismo unicelular o pluricelular.
Los estudios embriológicos demostraron posteriormente que todos los embriones siguen un patrón común en sus etapas iniciales que se corresponden, paso por paso, con la evolución de las especies (de anélido, a pez, a anfibio, a reptil, a mamífero)
Por otra parte el descifrado del código genético a final del siglo XX demostró su universalidad y este hecho relaciona entre ellas a todas las formas de vida.
Así pues Leonardo, Darwin, los estudios embriológicos y el descifrado del código genético nos conducen a un origen común de todos los seres vivos, que posteriormente se diversificarían.
Ahora es preciso que nos detengamos en un punto muy primitivo de la diversificación. En un momento se nos presentan dos tipos de células: unas que son capaces de usar la energía solar o geotérmica para producir materia orgánica y otras que usarían esta materia orgánica para su desarrollo. Las primeras constituirían el ancestro de las células vegetales y las segundas el ancestro de las células animales.
Ambas presentan un anillo porfirinico central que encierra un átomo de magnesio (clorofila vegetal) o un átomo de hierro (hemoglobina animal)y esto les vincula con un antepasado común que se diversificó.
Es lógico pensar que la célula vegetal debió ser la primera etapa de la diversificación ya que es la productora de nutrientes que necesitan las células animales. Esto abre una prometedora línea de investigación básica para la comprobación de la siguiente hipótesis: “Si las células vegetales son anteriores a las células animales, y por tanto estas son dependientes de aquellas, es probable que las células vegetales influyan, en las células animales suministrándoles nutrientes, constituyentes o energéticos, y suministrándoles pronutrientes. Si los nutrientes vegetales colaboran con el citoplasma de la células animales, es probable, que los pronutrientes vegetales colaboren con el material genético y permitan la aparición de nuevas características mediante la activación de determinados interruptores existentes en el código genético de las células animales que influyan en la expresión de genes inactivos hasta el momento.
La demostración de esta hipótesis abriría la aplicación de pronutrientes de origen vegetal, al control de la expresión de las células animales, y constituiría una importante fuente de progreso a las ciencias veterinarias a la vez que haría necesaria la reflexión sobre la necesidad de enfocar la investigación para la segunda génesis en un doble camino; una para las células vegetales y otra para las células animales de forma que se pudiese consumar la necesaria interrelación entre ambas expresiones genéticas.
Leonardo da Vinci profundizaba en las ideas de la Cosmografía de Ptolomeo y consideraba que el macrocosmos que podemos observar con nuestros ojos tiene influencia en la organización de otros microcosmos. Así a los cuatro elementos que constituyen la naturaleza (aire, agua, tierra y fuego) le corresponderían los cuatro humores que constituyen la naturaleza humana, o a los ríos de la Tierra le corresponderían las venas del cuerpo humano.
Esta idea de correlación entre macrocosmos y microcosmos de Leonardo podemos aplicarla a la influencia de las poblaciones vegetales en las poblaciones animales: «Una gran variedad de plantas en el macrocosmos de las montañas o de las selvas se corresponde a gran variedad de animales que viven en estos macrocosmos, al igual una gran diversificación de células microscópicas vegetales primitivas en las aguas se corresponderá a una gran diversificación de células microscópicas primitivas animales, y una gran diversificación de vegetales multicelulares primitivos se corresponderá a una gran diversificación de animales pluricelulares primitivos».