Editorial 55: La política agraria, el desplome de los costes y Georges Pompidou
Mientras las Administraciones Públicas no legislan normativas orientadas a estimular la producción, algunos reclaman más controles para evitar la llegada de productos agrícolas extracomunitarios producidos con una normativa menos restrictiva, y la política de subvenciones PAC no tiene en cuenta los ingresos de sus receptores, en el mundo se ha producido el desplome del precio de mercado de las materias primas, desde la soja (20%), al maíz (12%), al trigo (8%) y los combustibles (petróleo 60% y gas natural 15%).
La consecuencia de la repetición cíclica de estos fenómenos es la casi desaparición del empleo agrario, que influye en el aumento de empleo en el sector servicios, en muchos países. Así lo demuestra el informe de Price Waterhouse Cooper que indica que en 1960 el empleo agrario español era del 40,5%, en 2012 es 4% y el empleo del sector servicios español en 1960 era del 29,2% y en 2012 es del 76.4%.
Esta situación produce no solo graves alteraciones de la naturaleza, también introduce peligrosos desequilibrios entre países y continentes favoreciendo más a las grandes estructuras de distribución que a las organizaciones de productores, sin beneficiar a los consumidores finales por la disminución de su capacidad adquisitiva y la presión de los impuestos en el coste de los productos básicos.
Analicemos el caso de los productores y consumidores de productos agrícolas y ganaderos ya que, ellos son el principal tema de interés para esta publicación.
Los productores están sometidos a una legislación intervencionista que casi les convierte en ciudadanos al filo de la ilegalidad, cualquier procedimiento de trabajo esta tan legislado que les dificulta trabajar con eficacia. Mientras la misma legislación les ayuda «aparentemente», pero solo aparentemente ya que las subvenciones, cuyo objetivo debería ser incrementar los ingresos de los productores ante las dificultades de rentabilidad derivadas del intervencionismo, no llegan de acuerdo a este objetivo. En efecto el 53% de los productores españoles recibieron menos de 2,000 € en 2013, mientras que empresas distribuidoras, cotos de caza, empresas que decidieron abandonar la producción, si quieren pueden llamarle semánticamente mantenimiento adecuado del pasto, y los denominados «productores de sofá» ingresaron cantidades que oscilan entre 300,000 y 7.3 millones €. Si consultamos la lista de los titulares, de las principales empresas receptoras de las ayudas de la PAC, encontraremos numerosos nombres que pueden fácilmente relacionarse con los grupos empresariales que mantienen relaciones frecuentes con el estado (así se desprende de un informe de la Comisión de UE, de las estadísticas del fondo español de garantía agraria y de los registros mercantiles provinciales). También debemos destacar que los avicultores y porcinocultores están afectados negativamente por la aplicación de la PAC (2015-2020).
En cuanto a los consumidores podríamos pensar que, el descenso de los costes y las ayudas a los productores, les favorece, pero la realidad demuestra que, no es así para un significativo estrato de la sociedad. La imprevisibilidad de las caídas de precios favorece solo a los movimientos especulativos por su volatilidad, y el incremento de los precios finales derivados de la subida de impuestos, causada en muchos casos por la malversación del dinero público, ha llevado a la pérdida de capacidad adquisitiva a los consumidores de muchos países. De forma que las dificultades del sector productivo real no tienen repercusión en el sector consumo.
En esta situación deberíamos reivindicar y actualizar las políticas activas agrarias del pensamiento del presidente Georges Pompidou (1911-1974) dirigidas básicamente a la mejora de las tecnologías productivas agrícolas y ganaderas , el dimensionado de las empresas agrarias, la estabilidad de los precios y a la mejora de las condiciones de vida de los productores agrícolas y ganaderos de forma que la población se fijase al territorio y el incremento de la producción tuviese una repercusión directa sobre el consumidor, tanto por la calidad de la producción de proximidad, como por los niveles de precios.