Origen de la vida: Hipótesis abiogénica de Oparin. Divulgación 41

El próximo día12 de abril se cumplirán 33 años del fallecimiento de Alexander Oparin (1894 -1980) , bioquímico ruso y pionero del desarrollo de hipótesis bioquímicas acerca del origen de la vida en la Tierra.
En Veterinaria Digital queremos hacer un homenaje a este científico por sus aportaciones a un tema que es básico de nuestro blog de Divulgación. Sus investigaciones abrieron una línea de trabajo que ha permitido llegar, con algunos reenfoques, a explicar la aparición de los diferentes tipos de células que forman los actuales organismos pluricelulares y al conocimiento de los mecanismos metagenéticos mediante los cuales, estas células reaccionan a los estímulos exteriores. Debemos reconocer que sus estudios presentan lagunas sobre el origen del ARN y ADN y los mecanismos de cómo éstas moléculas tomaron el control de los procesos que se desarrollan en el interior de las membranas celulares.
Los estudios sobre los coacervados, debidos a A.Oparin en 1936, plantearon la hipótesis según la cual la vida se había desarrollado a través de una progresión de compuestos orgánicos simples a compuestos complejos autorreplicantes (algunos descubiertos por J.Watson y f.Crick en 1953 y bautizados como ADN).
Para mayor claridad reproduciremos en 12 puntos el testimonio que A.Oparin dejó escrito en su principal obra, “El origen de la vida sobre la Tierra” (1936):
(1) La cuestión relativa al origen de la vida, o aparición sobre la Tierra de los primeros seres vivientes, pertenece al grupo de los problemas más importantes y básicos de las Ciencias Naturales. Toda persona, cualquiera que sea su nivel cultural, se plantea este problema más o menos conscientemente, y de mejor o peor calidad, producirá una respuesta, ya que sin ella no puede concebirse ni la más rudimentaria concepción del Mundo.
(2) La Historia nos muestra que el problema del origen de la vida ha atraído la atención de la Humanidad ya desde los tiempos más remotos. No existe un sólo sistema filosófico o religioso, ni un sólo pensador de talla, que no haya dedicado la máxima atención a este problema. En cada época diferente y durante cada una de las distintas fases del desarrollo de la cultura, este problema ha sido resuelto con arreglo a normas diversas. Sin embargo, en todos los casos ha constituido el centro de una lucha acerba entre las dos filosofías irreconciliables del idealismo y el materialismo.
(3) Hacia comienzos de nuestro siglo esta lucha no solamente no amaina, sino que adquiere renovado vigor; ello debido a que las Ciencias Naturales de entonces eran incapaces de encontrar una solución racional y científica al problema del origen de la vida, a pesar de que en otros terrenos ya habían logrado tan brillantes éxitos. Se había entrado, por así decirlo, en un callejón sin salida. Pero tal estado de cosas no era fortuito, su causa residía en el hecho de que hasta la segunda mitad del siglo pasado todos, casi sin excepción, se habían obstinado en resolver este problema basándose en el principio de la generación espontánea.
Es decir, con arreglo al principio según el cual, los seres vivos podrían generarse no solamente a partir de los semejantes suyos, sino también de una manera primaria, súbitamente, a partir de objetos pertenecientes a la Naturaleza inorgánica, disponiendo además, ya desde el primer instante, de una organización compleja y perfectamente acabada. Este punto de vista era defendido tanto por los idealistas como por los materialistas, limitándose las discrepancias exclusivamente a las causas o fuerzas que condicionaban aquella génesis.
(4) Con arreglo a los idealistas, todos los seres vivientes, incluyendo al hombre entre ellos, habrían surgido primariamente dotados de una estructura poco más o menos igual a la que hoy en día poseen gracias a la acción de fuerzas anímicas supramateriales.
(5) Por el contrario, los naturalistas y filósofos de fibra materialista, partían de la tesis, según la cual, la vida, lo mismo que todo el universo restante, es de naturaleza material, no siendo necesaria la existencia de principio espiritual alguno para explicarla. En consecuencia, al ser la generación espontánea un hecho autoevidente para la mayoría de ellos, la cuestión se limitaba a interpretar este último fenómeno como el resultado de leyes naturales, rechazando toda injerencia por parte de fuerzas sobrenaturales. Creían así que la manera correcta de resolver el problema del origen de la vida consistía en estudiar, con todos los medios al alcance de la Ciencia, aquellos casos de generación espontánea descubribles en el medio natural o inducidos experimentalmente.
(6) Sin embargo, diversas observaciones y experiencias cuidadosamente efectuadas y, muy en particular, las investigaciones de Luís Pasteur, demostraron definitivamente lo ilusorio que era el propio “hecho” de un surgimiento súbito de los seres vivos, aún los más elementales, a partir de materiales inertes. Quedó establecido con absoluta certeza que todos los hallazgos previos de casos de generación espontánea habían sido simplemente el fruto de errores metodológicos, de un planteamiento incorrecto de los experimentos o de una interpretación superficial de los mismos.
(7) Esto privó de todo punto de apoyo a los naturalistas que veían en la generación espontánea el único medio posible de originarse la vida. Los descubrimientos de Pasteur les negaban toda posibilidad de resolver esta cuestión por vía experimental. Ello les condujo a conclusiones elevadamente pesimistas, cual fueron el afirmar que el problema del origen de la vida está “maldito” o que es insoluble; que el ocuparse de él es impropio de un investigador serio, constituyendo solamente una pérdida de tiempo.
(8) Como resultado de ello, numerosos naturalistas de nuestro siglo experimentaron una profunda crisis de ideas. De esta manera, algunos de entre ellos procuraban a toda costa evitar esta cuestión, sugiriendo, por ejemplo, que la vida jamás habría tenido principio y que los primeros seres vivos habían sido trasplantados a la Tierra desde algún punto exterior: desde la superficie de planetas más o menos lejanos. Otros naturalistas pasaron a ocupar posiciones francamente idealistas y consideraron a este problema como patrimonio de la Fe y no de la Ciencia. Por supuesto, la causa de esta crisis no estaba en la esencia del problema en cuestión, sino en el procedimiento metodológicamente incorrecto con que se intentaba resolverlo.
(9) El mérito enorme de Darwin ante la Biología estriba en haber roto con el método tradicional, metafísico, utilizado para resolver la cuestión del origen de las actuales especies animales y vegetales. Darwin puso en claro que los seres vivos elevadamente organizados han podido surgir solamente como resultado de un prolongado desarrollo; gracias a un proceso de evolución de los organismos, en cuyo transcurso las formas más primitivas se convierten en otras más elevadas. La aparición del hombre o de cualquier otro organismo altamente organizado resulta inconcebible fuera de este proceso de evolución, a menos que se recurra a la intervención de factores sobrenaturales o espirituales de uno u otro tipo.
(10) Ha sido tan sólo en nuestra época, partiendo de una generalización del abundante material acumulado por las Ciencias Naturales durante el siglo XX, cuando se ha logrado trazar un bosquejo del desarrollo evolutivo de la materia, llegándose incluso a precisar las etapas probables que este proceso ha seguido hasta la aparición de la vida. A consecuencia de ello, han quedado abiertas grandes posibilidades para el estudio experimental del problema de la biogénesis.
(11) En las líneas que siguen, procuraremos exponer en primer lugar, las diversas rutas seguidas por el intelecto humano en su empeño por resolver el problema de la biogénesis. Presentaremos de manera sucinta toda la serie de doctrinas y teorías elaboradas en el transcurso de muchos siglos. Nuestra principal atención estará dedicada, sin embargo, a describir el plan de desarrollo gradual de la materia, que según nuestro criterio, condujo a la aparición de la vida en este planeta.
(12) La atmósfera primitiva estaba compuesta por hidrógeno, metano, amoníaco y vapor de agua. Esta mezcla gaseosa, debido a la acción de los rayos solares, daría lugar a gran cantidad de moléculas orgánicas, que caerían en los océanos y allí se acumularían durante largos períodos de tiempo sin riesgo de descomposición, formando un "caldo nutritivo". Las moléculas se irían asociando entre sí, formando agregados moleculares cada vez más complejos, con una estructura concreta, que es un protobionte y que podemos llamar coacervado. Los coacervados con capacidad de autosíntesis (productores de su propio alimento), evolucionarían hacia formas cada vez más estables y complicadas hasta convertirse en verdaderas estructuras vivientes. Estos organismos primordiales darían lugar, por evolución durante millones de años, al mundo vegetal y animal de nuestro planeta.
En 1968 Alexander Oparin reformulo su hipótesis atribuyendo a la selección natural una acción inmediata sobre las nuevas moléculas que iban apareciendo. Así presento el concepto de selección natural prebiótica que incorporó como un elemento a su hipótesis abiogénica sobre el origen de la vida en el planeta.